Esta obra propone un dialogo enigmático a través de un rostro que se desvela entre fragmentos metálicos, con una complejidad que trasciende lo visual para adentrarse en lo simbólico.
La ausencia de ojos en la mirada, reemplazada por vacíos insondables, sugiere una desconexión con la realidad tangible, invitando al espectador a reflexionar sobre la identidad y la humanidad en un mundo cada vez más dominado por lo mecánico.
La cerradura en la frente, como un guiño a la psique humana, parece guardar los secretos más profundos del alma, simbolizando la lucha entre lo que se muestra y lo que permanece oculto.