La imagen es un retrato expresivo y colorido que combina elementos clásicos y modernos de una manera visualmente impactante. La luz acaricia el rostro de la figura, revelando una gama de matices ocultos y creando una sensación de profundidad y movimiento. Las pinceladas vivas y los tonos fríos y cálidos se entrelazan sobre la piel, destacando la textura y la forma.
La figura refleja una calma que desafía el caos de colores brillantes y audaces, especialmente con la presencia de una línea de luz roja que atraviesa la mejilla y se funde con tonos más suaves en el otro lado. La mirada es intensa y contemplativa, transmitiendo una serenidad que
contrasta con el dinamismo del color.
Las tres rosas en primer plano, pintadas con trazos gruesos y colores saturados, añaden un toque poético a la escena. Estas flores no solo realzan la composición con su belleza clásica, sino que también sirven como un puente entre lo tradicional y lo contemporáneo, enfatizando el equilibrio y la armonía visual que invita a la introspección. En conjunto, es un testimonio del encuentro entre lo clásico y lo moderno, un diálogo entre el pasado y el presente artístico.