Esta pintura, es un homenaje al Renacimiento, capturando la serenidad y la profundidad de las miradas características de las obras de esa época.
La composición integra el personaje con placas metálicas superpuestas que fragmentan el rostro, creando una tensión entre lo humano y lo mecánico.
Los colores son cálidos, predominando los ocres y los dorados, que evocan la riqueza del Renacimiento italiano. La mirada del sujeto es el punto focal, ejecutada con una precisión que refleja la técnica del pintor. Los ojos, llenos de vida y expresividad, parecen seguir al espectador, añadiendo un elemento de interacción dinámica.