Apareces tímidamente desde las sombras, deslizándote entre los pliegues duros y oxidados del metal que te rodea. Solo una parte de ti se revela, mientras la otra se oculta, creando una danza entre lo visible y lo invisible, entre lo expuesto y lo que permanece en secreto. Se percibe un delicado juego de revelación y ocultamiento, donde lo que se muestra parece estar cargado de significado, pero lo que se oculta insinúa una profundidad aún mayor.
El ojo azul que asoma, penetrante y enigmático, parece escudriñar el mundo con una mezcla de curiosidad y desconfianza, un faro en medio de la penumbra que no deja escapar ningún detalle.
El metal, cubierto de manchas de óxido, es un testigo mudo de historias no contadas, de pasados enterrados que resuenan en la superficie maltrecha y gastada de esas placas, con sus remaches y texturas irregulares, que se convierte en un escudo que te protege pero también en una barrera que te aísla, sugiriendo un mundo exterior lleno de peligros o secretos que deben ser observados con cautela.